Reportaje

La batalla de vivir a oscuras en Kiev: cuando te levantas a las 2am para poner una lavadora... o enchufar tu secador en el hipermercado

Vivir a oscuras en Kiev.
Vivir a oscuras en Kiev.
20minutos
Vivir a oscuras en Kiev.

“Vamos a celebrar la Nochevieja. Lo haremos sólo por nuestros hijos…Quieren un árbol y los regalos”, contesta Margaryta a la pregunta sobre sus planes para las fiestas del invierno. Se le ve incómoda, cómo si sintiese la necesidad de justificar la celebración y una cena festiva en su propia casa. Junto a su marido Aleksander venden árboles de Navidad en una calle central de Bucha completamente oscura, iluminada sólo por los faros de los coches. De vez en cuando se les acercan peatones para comprar esta pieza básica en la decoración navideña.

El año pasado Bucha fue un “Vigo ucraniano” por la cantidad de luces y las inversiones navideñas. La pequeña ciudad-satélite de la capital ucraniana estaba más luminosa y más brillante que algunos centros administrativos del país. Ahora el nombre de la ciudad se conoce en todo el mundo por la masacre que sufrieron en marzo sus civiles a manos de los ocupantes rusos. La oscuridad y la nieve esconden este año el gran árbol instalado en la plaza —gracias a la votación común de los habitantes— y también los testimonios de las atrocidades que se han cometido y las casas destruidas en los bombardeos.

Es difícil imaginar un ambiente menos inspirador para las épocas festivas que una ciudad a oscuras y traumatizada por la guerra, como Bucha

Los ucranianos han aprendido a vivir este último mes sin luz y se han adaptado como han podido. Los vídeos que circulan por TikTok muestran las rutinas aprendidas para sobrevivir a los largos cortes de energía: se programan las alarmas de los móviles a las dos de la madrugada para aprovechar las dos horas con electricidad que arrancan en esa 'sesión golfa' y empezar a poner la lavadora, hacer una limpieza general en casa... o secarse el pelo en el aire acondicionado del coche.

El árbol en la plaza de Bucha
El árbol en la plaza de Bucha
Olha Kosova

La vida real en la capital, sin embargo, supera cualquier vídeo gracioso subido a las redes sociales. Ver a una mujer con el pelo mojado y un secador de pelo en el único hipermercado en el que funcionan los generadores ya no sorprende a nadie. Los ucranianos bromean con la situación en que se encuentran pero la realidad es que vivir a oscuras no es nada fácil. Sobre todo, en las épocas de Navidad que están asociadas con las luces, el símbolo de la salvación y esperanza.

La lucha entre la luz y la oscuridad es algo literal en las guerras. “Me quedé en la acera del puente de Hungerford, al otro lado del Támesis, viendo cómo se apagaban las luces de Londres. Toda la gran ciudad estaba iluminada como un país de las hadas, en un deslumbramiento que llegaba hasta el cielo, y luego, una a una, a medida que se accionaba un interruptor, cada zona se iba oscureciendo, convirtiéndose el deslumbramiento en un mosaico de luces que se apagaban aquí y allá hasta que quedaba una última, que también se apagó. Lo que nos quedó fue algo más que un apagón bélico, fue un temible presagio de lo que iba a ser la guerra. No habíamos pensado que tendríamos que luchar en la oscuridad, ni que la luz sería nuestra enemiga”. Así describió el blackout en Inglaterra en 1939 la periodista Mea Allan. 

La realidad de la oscuridad, una medida defensiva de Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial, fue menos romántica que la descripción periodística. Los habitantes de Londres sufrieron depresiones y compraron ropa blanca para no ser atropellados por los coches.

Más de ochenta años después la oscuridad que los primeros meses se alió con los civiles para esconderlos de los bombardeos, se ha convertido en un arma ofensiva en la guerra de Putin y crea el mismo peligro en las calles para los peatones en Kyiv. En Ucrania, con la llegada del invierno, también se suman víctimas mortales por intoxicación por monóxido de carbono. Las ciudades grandes se convierten en campos de batalla donde la población lucha por mantener una vida relativamente normal. Este pasado viernes Rusia atacó al país con más de 60 cohetes, dejando la capital de Ucrania sin luz y agua.

La televisión rusa, por su parte, se burla de las dificultades por lo que está pasando la población civil en Ucrania. En los programas estatales hacen bromas sobre “un agujero negro en el mapa de Europa”, sobre “los generadores de muerte” y sobre los intentos de la gente de esconderse en casas privadas para ahorrar leña. “Los jojlov [una forma despectiva de llamar a los ucranianos] están reaccionando de forma condicionada: si les apagan la luz entonces habrán hecho algo malo, ¿que tienen que hacer para que se la enciendan?”, comenta Sergey Mardan, experiodista de la radio Komsomolskaya Pravda, en su canal de Telegram.

Es difícil imaginar un ambiente menos inspirador para las épocas festivas que una ciudad a oscuras y traumatizada por la guerra, cómo Bucha. A los habitantes de esa pequeña ciudad les tocó vivir los horrores de la guerra, y encontrar a sus vecinos y familiares en las fosas comunes. Después de todo lo que pasó aquí, la ciudad, igual que muchas otras, se enfrenta a un dilema moral sobre las celebraciones. La mayoría apoya las fiestas, por lo menos, “para los niños” que pasaron las primeras semanas en los sótanos congelados o huyendo bajo los tiroteos y bombardeos.

Los 'puntos de invencibilidad'

En la plaza oscura de Bucha al lado del árbol se encuentra “El punto de invencibilidad”, cómo les llama el gobierno ucraniano. Es una tienda de campaña grande blanca con generadores, luz y calefacción que funciona 24/7. Aquí, durante los apagones largos, viene la gente para pasar el rato y calentarse un poco. La mayoría son niños.

Niños ucranianos en el "punto de invencibilidad"
Niños ucranianos en el "punto de invencibilidad"
Olha Kosova

Aleksandr, un chico de 18 años y el visitante más asiduo de uno de estos “puntos de invencibilidad”, comenta que normalmente hay mucha más gente pero hoy es el día más tranquilo. Es refugiado de Lysychansk, una ciudad del Donbás temporalmente ocupada por rusos. “No teníamos muchas opciones. Mis padres siempre han apoyado a Ucrania”, comenta. Junto a su hermano menor, Grygoriy de 11 años, investiga en el mapa “Deep State” cuántos kilómetros quedan hasta la liberación de su ciudad. Para él no es un simple interés. El chico trabaja para un proyecto que está destinado para crear un mapa de las líneas del frente y las batallas actuales. Recopilan vídeos con las llegadas y las batallas de las redes, y hallan pequeños detalles que les permiten localizar el lugar. Los periodistas de guerra internacionales y los voluntarios que usan el mapa no saben que en este proyecto están trabajando chicos de 18 y 11 años de un “punto de invencibilidad” que simplemente quieren volver a su casa.

Mientras Aleksandr y su hermano se dedican a los asuntos de importancia estatal e internacional, los niños en el punto de invencibilidad están jugando, viendo la tele o haciendo los deberes. Un niño de 12 años está aprendiendo a programar. De vez en cuando entran los representantes de la Defensa Territorial con el arma, para tomar un taza de té.

Uno de ellos, Ivan, un hombre de 32 años, se unió a la defensa territorial el 24 de febrero. Estuvo a punto de morir cuando los rusos registraron su casa pero le salvó que no encontraron su arma y su documento militar escondido entre los libros. Ahora ayuda a mantener el orden en la ciudad, y apoya que se celebre la Navidad por el bien que le hace a los niños. “Los rusos quieren que nos deprimamos pero no vamos a tumbarnos aquí y morir. Seguimos viviendo. Las fiestas son importantes cómo un símbolo de la vida y una lucha que continúa”, comenta Ivan.

Los rusos quieren que nos deprimamos pero no vamos a tumbarnos aquí y morir. Seguimos viviendo

Los pequeños ucranianos siguen creyendo en milagros y mandan sus cartas a Santa Nicolas. “Querido Santa Nicolas, quiero paz en Ucrania, felicidad para mi familia y un peluche de un muñeco de nieve”, dice la carta de la hija de siete años de Anasatasia, profesora de baile de 32 años.

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